miércoles, 18 de abril de 2007

DECLARACIONES DE EX PRESIDENTE DE LA ANFP REVIVEN ESCÁNDALO DE ROBERTO “CONDOR” ROJAS EN EL MARACANÁ

Tras 17 años de castigo, ex presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, Sergio Stoppel, fue perdonado por la FIFA. En una entrevista dada a Zoom Deportivo, de TVN, dijo que Rojas habría sido apoyado por dirigentes brasileños.

La imagen del arquero de la selección chilena de 1989, Roberto “Cóndor” Rojas, sangrando en el pasto del estadio Maracaná en Brasil es, seguramente, el recuerdo más negro de la historia del fútbol chileno.

Una bengala lanzada a la cancha fue, inicialmente, la culpable de la herida y del escándalo. Todo Chile, horrorizado, veía el 3 de septiembre el partido donde el mejor arquero que haya tenido la selección figuraba con la cara cubierta de sangre.
Ambos países disputaban un cupo para el Mundial de Italia ’90, pero sólo uno podía clasificar. Chile necesitaba ganar e iba perdiendo por un gol a cero, mientras que a Brasil le bastaba un empate. El incidente del arquero Rojas hizo que el partido se suspendiera, ya que Chile se retiró de la cancha por malas condiciones de seguridad, y Brasil clasificó al mundial.
Pero lo de la bengala fue una invención. Las investigaciones señalaron que Rojas se auto infirió una herida en la ceja, por lo que la FIFA lo suspendió de por vida y, además, dejó a Chile fuera del Mundial de Italia y sin poder participar en las clasificatorias para Estados Unidos ’94.

Pero el “Cóndor” no fue el único castigado de por vida. La Federación Internacional de Fútbol Asociado castigó también al director técnico Orlando Aravena, al médico Daniel Rodríguez, al defensa central Fernando Astengo y al entonces presidente de la Asociación Nacional de Fútbol de Chile, Sergio Stoppel.

El castigo para ellos fue levantado recientemente por decisión de la FIFA, motivo por el cual Stoppel estuvo invitado al programa Zoom Deportivo, de TVN. En la entrevista entregó nuevos antecedentes sobre el escándalo del Maracaná, donde dice que “no es algo categórico, pero bajo todo lo que he investigado puedo asegurar que el señor Rojas no actuó solo en esto. Alguien de Brasil lo ayudó”.
Según el sitio web Terra.cl, el ex presidente de la ANFP dijo además que no sabe quién fue, pero que no era de la delegación nacional. “Sí puedo decir que hubo gente de Chile que encubrió lo sucedido, pero no participó directamente… Yo fui engañado, como creo que todo el país”, afirmó.
Con estas acusaciones, el también ex presidente de Cobreloa apunta a que alguien debe haber tirado la bengala a la cancha, y quien lo hizo debe haber sido un especialista. “No me vengan a decir que fue la ‘fogueteira’, eso no se lo cree nadie. Eso fue hecho por un experto”, fueron las palabras exactas de Sergio Stoppel.
Sin embargo, estas declaraciones son parte de una teoría que circulaba entre los hinchas desde hace tiempo, pero que nunca ha tenido pruebas, por lo que actual presidente de la ANFP, Harold Mayne-Nicholls, dio por cerrado el caso y calificó de lamentables las declaraciones de Stoppel después de tanto tiempo.
Imágenes: Terra.cl
Primeralinea.cl
Links:

miércoles, 11 de abril de 2007

SE VIENE NUEVA COPA AMÉRICA VENEZUELA 2007

Desde el 26 de junio al 15 de julio los fanáticos del fútbol en nuestro continente estarán de fiesta: se inicia la 41ª versión de la Copa América, que se realizará por primera vez en Venezuela


El país del Puma Rodríguez, de la rumba y las miss universo tiene todo listo para recibir a los 10 equipos de la Confederación Sudamericana de Fútbol, CONMEBOL, junto a dos equipos invitados, Estados Unidos y México. Según el sitio web univision.com, el gobierno venezolano ha invertido alrededor de 450 millones de dólares para preparar las 9 sedes donde se disputarán los partidos.
La ceremonia de inauguración será en el estadio Pueblo Nuevo, en la ciudad de San Cristóbal y, aunque todavía no está confirmado, los medios locales especulan sobre la participación del cantante puertorriqueño Ricky Martin. El puntapié inicial del torneo lo darán los equipos de Uruguay y Perú; este último fue el organizador de la última versión el año 2004.
Tres de los conjuntos en competencia nunca han ganado el torneo, que se organiza desde 1916; se trata, justamente, del país dueño de casa, Venezuela, Ecuador y Chile. Pero nuestro país estuvo a punto de alcanzar el preciado trofeo hace 20 años, cuando Argentina fue el dueño de casa en la 32ª versión de Copa América, en 1987.
Chile perdió la final del campeonato ante Uruguay, que era el favorito para llevarse la copa, en un partido jugado en el estadio Monumental de River, en Buenos Aires. El resultado fue un escueto 1-0 a favor de los charrúas, con gol de Pablo Bengoechea en el minuto ’56.

La Copa América de ese año tuvo un cariz especial, ya que volvía a organizarse con países sede para cada versión, después de haber pasado 14 años y los torneos de 1975, 1979 y 1983 sin una sede fija. Nuestro vecino país, organizador del año ’87, se ofreció a hacerlo para celebrar su Copa del Mundo, obtenida el año anterior en el mundial de fútbol de México, recordado ahora como el mundial de Diego Armando Maradona y su “mano de Dios” en los cuartos de final ante Inglaterra.
El haber llegado a la final de la Copa América de 1987 tuvo un significado especial para Chile, que ha llegado cuatro veces a esta etapa en el torneo americano. Fue un campeonato lleno de estrellas, de jugadores que han pasado a marcar la historia del fútbol. Diego Maradona venía de ganar “su” mundial; también estaba Claudio Paul Caniggia, de Argentina; Carlos Valderrama, de Colombia; Romàrio, de Brasil; Enzo Francescoli, de Uruguay.
Dentro de las figuras destacadas de Chile estaban Ivo Basay, Juan Carlos Letelier (quien figuró junto a Maradona entre los goleadores aquella Copa América), Fernando Astengo, Jaime Vera, Sergio Salgado y Jorge Contreras, por nombrar a los más recordados. El sitio web de la
FIFA recuerda que ese mismo año Chile fue el anfitrión del Mundial Juvenil de Fútbol, donde resultó campeón Yugoslavia, dirigida por Mirko Josic, quien pasaría a ser el director técnico de la selección chilena, en 1994. En este campeonato nuestro país obtuvo un sorpresivo cuarto lugar, perdiendo en semifinales ante Alemania, en Concepción.


Los puntos de información para la elaboración de este artículo fueron:

lunes, 2 de abril de 2007

el gran pez

siguiendo con los comentarios de películas: El gran pez, dirigida por Tim Burton. Un análisis para estética.


En El Gran Pez, su autor se hace presente de forma evidente. Es difícil imaginar a otro que no sea Tim Burton, un cineasta que ha desatado su imaginación hasta el punto en que es capaz de convertir lo cinematográfico en una herramienta al servicio de la creación de un mundo nuevo, que sólo existe dentro de sus películas, un mundo que sorprende y que sólo puede ser representado a través del cine.

Ese mundo o la realidad que existe únicamente dentro de la película, desde su inicio al fin, es una característica propia del cine postmoderno. Es un trabajo muy autoral, en el sentido de la concepción de la película, de su creación. La pretensión de El gran pez, al menos la que se refleja en la pantalla, es mostrar un mundo originado en la cabeza de quien pensó la película; no hay una temática política o social en forma evidente, sino que sólo en la lectura a posteriori, ajena a las intenciones del creador.
El conflicto principal del relato se da entre el padre y su hijo, lo que es, según mi parecer, una excusa para incorporarnos al mundo fantástico de Edward Bloom. Este conflicto moviliza y justifica la narración y alcanza su cúspide cuando el padre -Edward- agoniza, hacia el final de la historia, y se produce una complicidad entre ambos que los embarca en un proyecto común: el logro de la trascendencia.
El protagonista nos traslada a un mundo de sueños y fantasías, que revive en nosotros lo mejor de ser niño: la capacidad de creer y de imaginar, de vivir -aunque sea sólo durante la película- en un mundo que no corresponde a lo racional y empírico, que no respeta las leyes y que no es necesario cuestionar. Lo que hace mucho más interesante a la historia es que todo este mundo maravilloso se tiñe de tristeza, haciéndose más hermoso: los personajes que nos parecen más adorables son incomprendidos, son excéntricos, raros y ajenos a sus mundos, aunque cubiertos de una total sinceridad en sus intenciones. Y en ese sentido logramos establecer un equilibrio con la realidad en que vivimos y esa realidad onírica donde nos gustaría estar viviendo.
El encanto de la película está en que Edward Bloom no es feliz, aún cuando en sus historias ha maquillado todos sus fracasos convirtiéndolos en una hilera de éxitos. Esa ambivalencia entre ser especial y distinto, pero a la vez un desadaptado es lo que hace que la historia sea interesante y creíble.
La puesta en escena tiene la misma importancia que el personaje, si no estuviera concebida tal como lo está, la historia perdería el sentido y el protagonista, la magia que lo envuelve. La sensación de estar sumergidos en otro mundo, en otra realidad, está reforzado por la iluminación, repleta de luces que encandilan, con colores brillantes dispuestos en fuertes contrastes; por los personajes que va conociendo el protagonista, como el gigante que se convierte en su amigo, el dueño del circo que en la noche se convierte en lobo o las siamesas; por la exageración de la naturaleza, como los árboles que cobran movimiento o la lluvia tormentosa que inunda todo. Todo eso, además, convierte a la película en una pieza única, inclasificable –a mi juicio- dentro de un género.

En El gran pez hay un juego con el tiempo. Por tratarse de una película llena de subjetividad -otro rasgo del postmodernismo- está contada como un cuento o una fábula; entonces, el tiempo parece ser un gran racconto, un gran recuerdo. La primera señal de esto es cuando el hijo recuerda las historias que le contaba su padre cuando era un niño, pero también se da cuando Edward le cuenta a su nuera alguna de sus “clásicas” historias. Este manejo del tiempo logra que contrastemos la realidad –representada por la familia de Bloom- con el mundo que él cuenta y representa.

Otro papel importante en la película lo desempeña la música, que al igual que en otras películas de Burton -como El joven manos de tijera o El increíble mundo de Jack- estuvo a cargo de Danny Elfman. Las melodías presentes en la película son suaves, mezclan cuerdas, percusiones y voces corales que aluden a la fantasía y a lo infantil; son dulces y juegan entre lo circense y la melancolía, refuerza los momentos de clímax y desarma casi de forma imperceptible las tensiones en el momento preciso.

La película está llena de metáforas, partiendo por la del pez negro, bigotudo, que jamás será atrapado por el hombre. Este pez es libre y está abierto a la libertad, abierto al río y también abierto al mar. Es la poesía de una libertad que posee el mundo entero y que, sin embargo, se mantiene en sus aguas, en sus mundos. Edward Bloom es, entonces, el pez que quedó grande para un acuario tan pequeño como Ashton, su ciudad.

Por otra parte, aunque relacionada con la metáfora del pez, el agua que aparece de manera recurrente en las pequeñas historias de la película, como en la necesidad de Edward de sumergirse en la tina, y nos remite a un fluir hacia algo, a veces de manera circular, nos hunde en una vuelta al origen. A través del agua el protagonista es capaz de dar el paso final de su vida, un paso que es dado a la vez por su hijo que cae en complicidad con él y se convierte en su manera de trascender. El fluir de lo líquido, entonces, nos pone frente a un viaje, “la vida misma es sentida como un viaje. Se convierte en espacial una imagen que debiera ser temporal”. Este viaje del gran pez que va en busca de muchas cosas, de la plenitud, donde todo lo logrado se vuelve perfecto.
Otra metáfora se da cuando parte de su ciudad con un gigante. Se pone a la altura de él, haciendo una analogía con lo que será su destino: el destino de un gigante. Ambos están destinados a algo mayor que el resto de las personas y se sienten distintos al resto, por eso tienen que partir. Cuando parte el viaje, Edward elige el camino difícil, para llegar a un pueblo donde viven los que fueron los más grandes de Ashton, y que lograron salir, irse. Pero en Spectre, el pueblo al que llega, no son vistos como grandes personas; Edward los ve como pequeños y hace ver que él era el más grande cuando decide continuar.

Cuando llega al circo y descubre que el dueño se convierte en lobo, una bestia indomable, consigue dominarlo. Ahí hay una metáfora del hombre sobre la bestia, del héroe dominando la naturaleza. Un héroe que la domina no con la fuerza, sino que con la razón.

Lo verdaderamente importante de las metáforas presentes en la película es algo que sobrepasa lo visual y lo auditivo, es la pregunta de qué es la vida sino aquello que nosotros mismos hacemos de ella. Y para Edward Bloom la vida carecería de sentido, su trascendencia no existiría, sin esa fantasía que endulzaba cada una de sus experiencias, a cada uno de sus personajes, como él mismo manifiesta: "descubrí que todos los seres que creemos malos son así porque se sienten solos...", él llega a acompañarlos de magia y de fantasía.
El gran pez demuestra la insistencia de su creador por abrir los ojos al hombre para hacerles ver que están en una búsqueda errada de la verdad de los hechos, que impide el descubrimiento de la verdad de la emoción. La concepción de veracidad y realidad es reemplazada por una percepción personal, tanto de Burton como de nosotros, los espectadores, que oculta tras ella el mundo común y aburrido que envuelve al hombre. A través de la incredulidad del hijo frente al mundo imaginario del padre, se juega una apología a favor de la imaginación, donde caemos como niños inevitablemente en la identificación, y nos hacemos partícipes de este mundo irreal.

La verdadera vida en la película está en la ficción, en la magia y en los sueños, jugando con la función misma del cine, donde el objetivo es hacer soñar al público con un mundo y una vida mejor.

En la película se juega con nuestra aparente lucidez, para llevarnos a cuestionar hasta lo que creemos más certero. No es un tema nuevo. Es la clásica lucha entre positivismo y fenomenología, entre historiadores y religiones. La discusión de si la realidad es un cúmulo de hechos y objetos observables o el registro subjetivo, poblado de sentido, de aquellos hechos y objetos que parecieran irse redefiniendo a medida que se relatan.El cine, claro está, es fenomenología, es el acto de estar en el aquí y en el ahora, su tiempo es el presente; sin embargo, nos sitúa en un espacio ficticio, jugando con las posibilidades más propias de nuestra mente. Conjuga de modo tal sus elementos que nos engaña, nos inserta en un universo virtual, que existe sólo dentro de nuestra cabeza. Pero, ¿esta virtualidad es necesariamente sinónimo de irrealidad?

Esa es la duda que me deja planteada la película y que, creo, es la duda que plantea toda la postmodernidad. La singularidad, lo diferente, lo especial, parece no tener sentido en la sociedad actual. Todo es estandarizado, hecho en series, ideado para la uniformidad; pero eso no es aplicable al hombre. El gran pez lo demuestra, la vida de Edward Bloom no tendría sabor, no tendría sentido si no fuera por su manera de ser, por la gracia de sus historias. Lo que el hijo ve como un defecto que lo avergüenza es lo que finalmente reconoce como lo más valioso de su padre.

Esto es lo que emociona de la película, saber que es así, que el hombre vale en y por sus diferencias, que somos capaces de enriquecer la vida de los demás con nuestra experiencia. En definitiva, que somos libres y ni la tecnología ni la globalización ni las imposiciones de maneras de pensar nos van a quitar nuestra característica más valiosa: que somos únicos e irrepetibles.