sábado, 31 de marzo de 2007

BABEL
Llegué al cine a ver Babel sin saber mayormente de qué se trataba. Mi única referencia para entrar a esa película era, aunque no menos importante, haber visto Amores Perros y 21 gramos, los trabajos anteriores del director Alejandro González Iñárritu. Sin necesidad de contarles la película, puedo decirles que Babel nos habla, antes que todo, del dolor humano, de la desesperación y la impotencia ante situaciones inesperadas. A través de cuatro historias, en tres continentes distintos, intenta mostrarnos que esos sentimientos van más allá de una cultura y de una visión de mundo; son emociones propias de nuestra raza, emociones humanas, sin nacionalidad.
La cinta comienza mostrándonos la vida normal de los personajes. Como espectadores, sumidos en la cotidianeidad de ellos, podemos comprender que nos están hablando de nuestra propia vida, de la historia de cualquier persona en cualquier lugar del mundo. Lo interesante de la película es que González Iñárritu es capaz de entrelazar lo que ocurre tanto en Estados Unidos como en Japón, Marruecos y la frontera mexicana, transformando la lucha de los personajes en una lucha contra un destino implacable.
La alteración temporal en la narración hace que cada una de las historias quede suspendida en un momento de quiebre, hablando en términos dramáticos, para continuar con lo que está ocurriendo en otro lugar, con los otros personajes. Desde mi punto de vista, esto se transforma en una ayuda para el espectador, que debe inmiscuirse en la película y llegar a sentirse parte de ella para poder entenderla.
La expectación y el interés aumentan, porque el clímax de cada “mini-historia” se posterga y extiende. Y lo interesante de Babel es que la atención -y la tensión- se mantiene hasta el final, algo difícil de lograr, porque el estar construida en forma alterada nos lleva a no dejar pasar ningún detalle, no hay cabos sueltos; la atención se mantiene porque a medida que la historia avanza vemos que todos los motivos son retomados, que se cumple la promesa.
Queda en nuestras manos, como espectadores, “sacarle partido” a la película. La decisión es nuestra, porque si vamos a ver Babel sin relacionarla con nuestra realidad, con la sensación de que podríamos ser nosotros o uno de nuestros amigos quien anda de vacaciones en Marruecos y recibe un balazo, sin pensar que la sensación de soledad y confusión de la adolescente japonesa podría ser el vacío de una mujer sola en Santiago, no le encontraremos sentido. Pero eso es poco probable. Son cuatro historias con motivos muy distintos, por lo que si alguien no logra sentirse parte de la primera, que de alguna manera hace que cobren importancia las demás, seguro que lo hará con al menos una de las otras tres. La mujer perdida en la frontera mexicana, el matrimonio norteamericano esperando ayuda en un pueblo marroquí, la joven japonesa desesperada en un mundo que la excluye y una familia de Marruecos destruida por un inicial juego de niños. Todas historias que nos llevan a descubrir, en situaciones extremas, al borde de perderse ante un futuro vacío, el valor y la profundidad de la familia y del amor. Un mensaje que tal vez no queda tan explícito en Babel, pero que fue mi conclusión al salir de esa sala de cine y sentir que, por unos minutos fui una de ellos, que logré sentir el dolor de esos personajes. Pero sólo mientras duró la película. Fue bueno salir y sentir que todavía estaba a tiempo, que no necesitaré llegar a ese extremo para valorar la importancia de la personas con las que vivo a diario.



Si quieres información de la película, que ya está en DVD y VHS, puedes entrar a Babel. Muy recomendable para arrendarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

palmita esta muy bonito tu blog ojala que sigas haciendo mas para que tus comentarios sobre las paliculas sean leidos por mucha mas gente,tu admirador secreto